sábado, 12 de junio de 2010

Fútbol: tu plan anti-estrés


La pasión por el fútbol resulta incuestionable. Y, vamos a decirlo ya, esta pasión no se debe únicamente al talento de Messi, Iniesta o Ronaldo. Entonces, ¿por qué resulta tan adictivo?

Los especialistas barajan hipótesis de todo tipo (antropológicas, sociológicas, psicológicas...) para explicar por qué el fútbol tiene ese tirón en todo el mundo. Un dato: 9.000 millones de personas (audiencias acumuladas) vieron por televisión la pasada Eurocopa que se celebró en Portugal (la Eurocopa que se disputó en Bélgica y Holanda en el año 2000 consiguió audiencias acumuladas de 7.000 millones de personas en los 31 partidos del torneo).

"El fútbol fascina a los hombres porque reproduce lo que ocurre en la vida diaria", dice Manuel Mandianes, antropólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). "Los hombres corremos siempre detrás de algo: de una recompensa, de un ascenso, de una mujer, de una casa. El fútbol representa perseguir una promesa de felicidad a cara de perro y no saber lo que ocurrirá hasta el final", remata Mandianes, que también escribe un blog sobre "Antropología del Fútbol"

Te renueva por dentro
Algo ha de tener el fútbol cuando los diarios deportivos son los que cortan el bacalao en España o cuando dos millones de oyentes sintonizan cada noche la radio a la hora que salen los vampiros. Algo que escapa al intelecto de las mujeres, aunque cada vez menos, o a determinados hombres que creen estar muy por encima de todo esto, pero que acaban rindiéndose al deporte rey, aunque sólo sea para estar mínimamente en la onda.

"Asistir a un partido de fútbol es catártico", apunta Mandianes. "A muchos hombres les permite renovarse por dentro, ya que pueden desahogarse gracias al anonimato y expresarse como individuos, algo que no pueden hacer en otros ámbitos", aprecia.

"Un campo de fútbol", continúa Olivier Martínez, director del máster de Psicología Aplicada al Deporte del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña, "es el escenario perfecto para exteriorizar emociones, tanto positivas como negativas. Durante un partido liberas adrenalina y endorfinas, desactivas tu cuerpo y consigues relajarte emocionalmente. Por eso se dice que es un gran tratamiento antiestrés", argumenta el psicólogo.

Es decir, el fútbol triunfa porque te hace sentir un ganador, porque te ayuda a rebajar el nivel de estrés y porque te permite romper con la rutina. Es más, los estados de ánimo que provoca son más intensos que en la vida cotidiana, lo que ayuda, quieras que no, a sentirse más vivo.

Te sientes un cazador
Además del hecho, científicamente demostrado, de que el fútbol es el deporte más emocionante para los espectadores (investigadores de Los Alamos National Laboratory en Nuevo México basaron sus conclusiones en el factor impredecible del juego; en el baloncesto, el balonmano o el rugby, por ejemplo, hay muchas menos sorpresas), los psicólogos empiezan a desenmarañar la compleja interrelación que existe entre el deporte rey y la psique masculina. Los resultados confirman lo que muchos de nosotros ya sabíamos: el fútbol no es sólo un pasatiempo, sino algo mucho más profundo.

Pero para explicar esta historia desde el principio debemos remontarnos a los hombres primitivos (y no hablamos de Andoni Goikoetxea, Pablo Alfaro y compañía...): los expertos aseguran que correr dando patadas a un balón es el sustituto a las cacerías de nuestros antepasados, hecho que podría aclarar porque el 86% de los seguidores son varones.

"Durante miles de años los hombres se ocuparon de cazar en grupo, mientras que las mujeres se dedicaban a preparar los alimentos y criar a los hijos," indica la psicóloga Barbara Pease, autora del libro Why Men Don?t Have A Clue And Women Always Need More Shoes ("Porque los hombres no tienen ni idea y las mujeres siempre necesitan un nuevo par de zapatos").

"En el siglo dieciocho, las granjas acabaron por dejar obsoleta la práctica de la caza. Y fue entonces cuando los hombres ingeniaron múltiples juegos con el balón como protagonista, con el fin de compensar ese cambio en su forma de vida. En la actualidad, ser hincha de un equipo es como volver a formar parte de un grupo de cazadores", teoriza.

Lo llevas en tus genes
"Genéticamente los hombres no somos muy diferentes ahora de hace dos mil años, cuando disfrutábamos viendo a dos gladiadores luchar en la arena", apunta Jordi Salvador, doctor en Antropología Social y Cultural en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona. Es decir, necesitamos exteriorizar instintos muy primarios que llevamos dentro y que explicarían, por ejemplo, por qué las plazas de toros se siguen llenando hoy día.

"Pero hay algo que está fuera de toda discusión", aclara el antropólogo: "cuando el fútbol arrastra de ese modo a las masas en todo el mundo es que encierra algo importante. No estoy de acuerdo con que sea el opio del pueblo, ni tampoco con que los aficionados estén idiotizados, como se ha apuntado alguna vez", señala Salvador, que también es autor del libro "Fútbol, metáfora de una guerra fría. Estudio antropológico del Barça", (Editorial Proa; 19 euros).

Para empezar, nos permite experimentar emociones muy intensas, como formar parte de un grupo. "En realidad, todas las emociones del ser humano se dan cita en el fútbol: la tristeza, la alegría, el afán de venganza, el instinto de supervivencia, la prepotencia... De hecho, el fútbol no sólo es una fabulosa máquina simbólica, sino también una maqueta en miniatura de la vida real, con todos sus conflictos", esgrime el antropólogo.

Es decir, tu equipo de fútbol viene a ser algo así como la bandera que defiendes en un mundo en el que cada vez resulta más difícil saber quiénes somos. Y no sólo eso, sino que te permite ver desde la grada cómo los jugadores de tu equipo se pelean con los rivales sin saber de antemano quién ganará y quién morderá el polvo. Y eso les encanta a tus genes, estate seguro de ello.

Marcas goles hormonales
Además de lo dicho hasta ahora, el fútbol conecta con el singular funcionamiento del cerebro masculino y su amplio conocimiento acerca de la conciencia espacial. Es precisamente esto lo que nos hace apreciar la velocidad, la dirección y el ángulo del balón, y lo que provoca que el fútbol, junto con el automovilismo y el motociclismo, resulte tan compulsivo para los tíos.

Presenciar un partido también ejerce un efecto remarcable en las hormonas; así se explica en parte su naturaleza "adictiva." En primer lugar, tenemos los subidones de adrenalina y de ritmo cardíaco (un estudio de la BBC demuestra que un gol de Rooney dispara el corazón de los ingleses a 160 pulsaciones por minuto). Después, entra en juego la testosterona. Basándose en las pruebas de saliva de seguidores de la selección de Brasil en el Mundial del 94, tras derrotar en la tanda de penaltis a los italianos, investigadores de la Universidad de Georgia (EE.UU.) detectaron que los niveles de testosterona de los brasileños se dispararon hasta un 28%, mientras que los de los italianos cayeron en picado en un porcentaje similar.

Evidentemente, también existe un lado oscuro en todo esto: la testosterona se asocia a la violencia. Dos estudios realizados en Gran Bretaña y Costa Rica demuestran que los episodios de violencia doméstica aumentan después de un partido televisado, tanto más si el encuentro es bronco y hay jugadores amonestados o expulsados.

El fútbol fluye por tus venas
El fútbol, tal y como lo conocemos, combina a la perfección con la cerveza y con cualquier bebida "espirituosa". "El alcohol, al igual que el fútbol, ayuda a muchos hombres a sentirse aún como adolescentes viriles y entusiastas", especula Bert Moorhouse, responsable del departamento de investigación sobre el fútbol de la Universidad de Glasgow. Incluso sin haberse tomado unas cañas, el exceso de ?pasión? puede acarrear problemas. A menudo, algunos hombres pasan de sentir furor a experimentar una obsesión muy poco sana.Aunque parezca algo inofensivo, suplir la baja autoestima con el fútbol puede llegar a convertirse en un problema. Así que si notas que el fútbol empieza a adueñarse de tu vida, da un paso atrás y comienza a analizar por qué te está pasando eso. En esos casos, "la clave es encontrar fuera del fútbol otras maneras de alcanzar esos momentos de felicidad", aconseja Olivier Martínez, que también ha trabajado de psicólogo en algún equipo de la Tercera División española, como el Manresa.

Te vuelve más cuerdo
Pero no acaban ahí los efectos secundarios de un partido: ir al estadio ayuda a establecer relaciones personales. Más del 90% de los hombres que acuden a ver un encuentro de fútbol, lo hacen en compañía de familiares o amigos. Por otro lado, un estudio publicado en Scottish Medical Journal revela que los ingresos por urgencias en centros psiquiátricos se redujeron un 14% durante los dos meses posteriores al Mundial del 98. Al fin y al cabo puede que tu devoción por el balón te ayude a mantenerte cuerdo.

Además, cuando las cosas van bien dentro del terreno de juego puedes regocijartee con la gloria ajena, lo cual se traduce, obviamente, en una dosis extra de buen humor. Algunos expertos defienden que esto podría llegar a explicar por qué históricamente el fútbol (y los deportes en general) han sido más populares entre las clases sociales menos favorecidas, entre los hombres con trabajos poco satisfactorios, donde el sentimiento de logro o satisfacción resulta un bien escaso.


Fuente: Men's Health

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